No se sabe a ciencia cierta pero según cuenta la leyenda, entre el siglo XI el XIII, una mujer llamada Juana llegó a ser la más poderosa en la jerarquía de la iglesia católica. A partir de ese momento, para evitar la repetición de semejante eventualidad, cada nuevo pontífice se veía sometido a un tacto testicular antes de proceder a su coronación.

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Existen numerosas leyendas en relación con la Papisa Juana, pero yo sólo voy a exponer los aspectos más coincidentes entre las diferentes leyendas, aunque hay muchas más teorías al respecto.

Juana era de origen oriental y, para evitar ser violada, se empezó a disfrazar de hombre. Llegó a Roma y gracias a la cultura adquirida en sus viajes se hizo hueco en la sociedad romana de la época. En ese momento, Roma estaba debilitada y los pontífices se elegían por voto popular, por lo que las grandes familias no pudieron influir demasiado en la elección de Juana (Juan) como nuevo papa. En esta época, los papas duraban muy poco pues eran herramientas de las familias adineradas y eran sustituidos (asesinados) cada poco tiempo.

El motivo de su elección habría sido su bien conocida fama de santidad y erudición que al pueblo le gustaba.

La papisa, un “hombre” aventurero, pronto se convirtió en amante de un oficial del ejercito con tan mala suerte que se quedó embarazada al poco tiempo.

Quizá hubiese podido  dar a luz en secreto y después ocultar al niño pero no tuvo esa suerte. Cuando se hallaba presidiendo una procesión le sobrevinieron los dolores de parto. Intentó sobreponerse pero, sin poder evitarlo, dio a luz. La reacción de la muchedumbre fue, primero, de sorpresa y luego, de cólera. Pensaban que era cosa del diablo o una profanación de un puesto divino por lo que se abalanzaron sobre ella y la despedazaron.

En los años 70, una película intenta dar su visión particular sobre la leyenda, La Papisa Juana:

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